La cruz, el moro rico y el cristiano pecando

Navegando por la red, me he encontrado este artículo, que seguro que hay a quien no le hace mucha gracia, pero bueno, ya que no hay mucho que echarse a la boca, no deja de ser interesante conocerlo.
La cruz, el moro rico y el cristiano pecando

El nacer de mayo humedece, cada año, las calles de dos lugares de la Región de Murcia con la misma neblina de euforia y con las mismas gotas de miles de cubatas derramados. Son dos localidades enfrentadas por la distancia, desconocidas entre ellas, aunque similares en lo peculiar de las fiestas de moros y cristianos. Caravaca de la Cruz y Abanilla, oeste y este del territorio murciano, celebran esta primera semana de mayo las fiestas en honor a su santísima vera cruz.

La fiesta comienza semanas antes en cada uno de los barrios donde se encuentra la cochera de reunión de cada bando. Es aquí donde los participantes de los posteriores desfiles se visten con sus elaborados trajes. Las vestimentas pueden superar en ocasiones grandes sumas de dinero, puesto que van acompañadas de complementos que destacan por la cantidad de detallitos que los componen. Sin embargo, la suma de complementos aportados año tras año ha convertido a trajes simples de carnaval en lujosos tronos de orfebrería y confección. Si bien antes el moro se conformaba con una túnica blanca, ahora lleva la joyería a sus espadas y si antes el cristiano medieval era representado con una espada y unas medias, ahora se ha convertido en el primo multimillonario del rey Arturo. Incluso, la propia pasión por ser el más original en su vestimenta ha llevado a degenerar el propio estilo del cristiano que bajó de las montañas cántabras a expulsar a los árabes de su Al-Ándalus, ya que ahora se pueden ver cristianos vestidos de vikingos –con sus cuernos y todo- y a moras vestidas de novia. No sería raro que se oyese entre los compañeros de grupo planeando las fiestas del año que viene: “Yo el año que viene salgo vestido de Fernando Alonso ¿y tú?”

Desde el primer momento que el participante se coloca su dorada y metalizada sotana, el vaso de cubata se adhiere a la palma de su mano pasando a formar parte del conjunto del vestido. El “no parar” se convierte en el primer mandamiento de la Biblia o el Islam de los miembros de cada bando, llegando a niveles de euforia muy cercanos al vómito. El clímax de la fiesta llega cuando los músicos comienzan a tocar el repertorio de marchas moras o cristianas que el grupo ha pedido de antemano, aunque al final la alegría de los medievales se desata cuando comienzan a oír las populares notas del pasodoble “Paquito, el Chocolatero” de Gustavo Pascual Falcó.

El final del desfile llega con las últimas y desesperadas, y por ello, desafinadas notas de la banda o charanga que tuvo que soportar las locuras de aquellos “hombres y mujeres pegados al cubata” y la lluvia, puesto que en la edad media no hay obstáculo que impida a los vikingos salir a navegar. Es entonces cuando el ambiente de jolgorio moro-cristiano se une a la exaltación beata de la adoración a la cruz. Tanto en Caravaca como en Abanilla dicho objeto merece un altar en las más seguras vitrinas municipales y los besos del párroco entusiasmado por tocar una parte de lo que dicen fue la cruz donde murió Jesús de Nazaret.

Cuando uno visita estas particulares fiestas se lleva en el cuerpo unas ganas ascendentes de juerga y en la mente un millón de dudas generadas por la controversia de las actitudes de sus participantes. Dudas que, quizás, pueden llegar a convertirse en un futuro más inteligente en anécdotas de las locuras que hacían cuatro locos por una cruz, un moro por las joyas de su traje y un cristiano por el vaso que había quedado pegado a su mano.

http://genrecorridos.blogspot.com/2007/05/la-cruz-el-moro-rico-y-el-cristiano.html

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