Revista Interviú. Número 1628. 9/7/2007
Rajoy empieza a resultar un tipo interesante, no sólo porque su comportamiento supera a veces en mezquindad al de Zaplana y al de Acebes juntos (lo que tiene su mérito), sino también porque su semblante no cambia un ápice (¿qué rayos querrá decir ápice?) ante el fracaso. El máximo gesto de expresividad que se permite es el de pasarse la lengua por los labios, pero lo hace en momentos tan diferentes que resulta imposible averiguar si se trata de un gesto de satisfacción o de asco. Esa lengua se mueve sin pautas, tanto cuando habla como cuando sale a explorar los bordes de la boca.
Lo más curioso de la idiosincrasia de este hombre es la pasividad con la que afronta los desastres (y lleva unos cuantos). Cualquier líder que perdiera por goleada el debate sobre el estado de la nación se mostraría preocupado. Rajoy no. Su imperturbabilidad es tan grandilocuente que los medios que le apoyan se han visto obligados a justificarla asegurando que la derrota no fue tan evidente, incluso que ganó a los puntos. Pero la cuestión no es ésa, la cuestión es si Rajoy sufre después de pedir las actas de las reuniones con ETA. A esto no ha respondido nadie. Sus correas de transmisión mediáticas se miran unas a otras con evidente desconcierto.
—¿Y después de esta tontería qué hacemos?—Seguir adelante, apoyarle a muerte. ¿Qué otra cosa cabe con las elecciones a la vuelta de la esquina?
—Pero es que su imperturbabilidad da miedo. No hay forma de saber si es signo de inteligencia o de todo lo contrario.
—No es momento para tales reflexiones. Finjamos que le entendemos, que nos parece razonable lo que ha hecho. Filtremos sutilmente la idea de que todos sus disparates obedecen a una estrategia cuyo sentido sólo se comprenderá cuando se abran las urnas. Y alabemos continuamente su talento.
—¿A qué talento te refieres? —No sé, a su talento gallego, por ejemplo.
—¿Y en qué consiste el talento gallego?
—No consiste en nada, pero es un recurso que siempre funciona. Acuérdate de las escaleras, de subir y bajar…, todo eso. Piensa en Franco, en Pío Cabanilllas, en Fraga Iribarne…
—En último caso, podemos recordar que ganó unas elecciones a registrador de la propiedad. —Unas oposiciones, no unas elecciones.
—Es cierto, en qué estaría yo pensando. El problema es que las oposiciones nunca las ganan los más inteligentes.
—Mira, no me marees más. Rajoy es inteligente hasta nueva orden y punto en boca.
—De acuerdo, Rajoy es inteligente hasta nueva orden, pero Rato viene empujando a una velocidad mediática insoportable. Tal vez podríamos lanzar la especie de que perdió el debate por un exceso de inteligencia.
—¿Y quién se va a creer eso?
—Los mismos que continúan creyendo en la teoría de la conspiración, que son nuestros apoyos naturales. Se lo creen todo. Podemos añadir que cada vez que el líder se pasa la lengua por los labios fabrica un pensamiento profundo.
—¿Y por qué no lo expone?
—Por no dar pistas. Ya hemos dicho que además de inteligente es gallego.
—Desde ese punto de vista, podríamos insinuar que perdió el debate adrede, para que Zapatero se confíe y baje la guardia.
—No es mala idea, pero yo preferiría fichar a Rato ya.
—No hay tiempo para Ratos, y perdón por el juego de palabras. Tenemos que seguir adelante con los caballos de que disponemos.
UN ANALISTA POLÍTICO dijo en la radio que Rajoy tenía previsto cumplir la promesa de no utilizar el terrorismo como arma electoral hasta que llegó a casa (o a Génova), donde lo pusieron a caldo. ¿Pero tú eres tonto o qué? ¿Te vas a poner a hablar de economía, de asuntos sociales, de tráfico, de natalidad, de vivienda? Cada uno tiene la constitución que tiene y la tuya es perfecta para sacarle jugo al terrorismo, no te das cuenta de lo bueno que eres en eso. Olvídate del déficit, del producto interior bruto, de la sanidad pública, de la justicia... Limítate a hacer lo que sabes, que es hablar de muertos. Pide las actas, los libros, la contabilidad... Los registradores de la propiedad sois expertos en burocracia. Venga, hombre, que sólo faltan nueve meses para la derrota final. Haz un esfuerzo. Rajoy va a hacer un esfuerzo, sin duda, pero los que vamos a acabar agotados somos los votantes. Desde ese punto de vista, quizá no era tan mala idea adelantar las elecciones.
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