Como viene siendo ya tradicional cuando se acercan las fiestas de la Stma. Cruz de Abanilla, unas dos semanas antes o así, aparece "El Pregón Satírico".
Hasta 1991 lo que se venía haciendo era una especie de representación satírica de cosas que pasaban en el pueblo, y tras el desfile de presentación de los tercios infantiles y los grupos que llevaban las reinas, desfile que entonces se hacía el día después de la Coronación, era E. Marco, a la sazón posteriormente conocido como "cronista oficioso de Abanilla" y Leonardo Esteve quienes al llegar dicho desfile (tampoco es que hubieran muchos grupos ni muchos desfilantes) a la Plaza de la Constitución, se subían al balcón del Ayuntamiento daban comienzo a dicha lectura-representación del Pregón Satírico.
En dicho año el muy demócrata señor alcalde de la villa de Abanilla, harto ya varios años de aguantar que le sacasen los colores (y entonces llevaba cuatro con el bastón de mando), decidió que hasta allí habíamos llegado, y que esto se había acabado, con lo cual arguyó la peregrina excusa de que "es que hacer ese acto allí afeaba la imagen pública del Ayuntamiento", y claro, él en representación del organismo público, no podía permitir tamaño atentado contra la honestidad del Ayuntamiento..., ni de la suya propia.
Desde ese momento el Pregón Satírico pasó a la clandestinidad, al fotocopiado y reparto clandestino, e incluso como paso intermedio se hizo un video en el año 1992 bajo las famosas "torretas de alta tensión" que se instalaron cerca del pueblo, y allí siguen para quien quiera ir a "electrizarse" un rato. Unos años llevó fotos, otros dibujos, historietas, pero siguiendo en el tono humorístico y satírico de hablar de las cosas que pasan en el pueblo. Pasados los años se dio el salto a internet, y desde el año 2001 se publican los "pregones" en internet. Hubo unos años de coexistencia, pero ya no se reparte en fotocopias, porque hay que dar el salto a internet, y estar online.
Este es un ejemplo del Pregón de este año, donde se cuenta un poco de la historia de este pueblo, juntando datos reales, datos "movidos", datos curiosos, y hacen una mezcla muy curiosa y variopinta de la historia local, y si uno sabe algo de historia, la de verdad, se ríe un buen rato.
LA HISTORIA A TRABUCAZOS
A comedio de la Edad Media, tras la conquista de Uclés, Alfonso VI, con la ayuda de los Caballeros del Cid de Villeurbanne y la orden de Santiago que por la Galia andaba, arrebató a los moros Al´Bayada que, por ello, cuando en el siglo XVIII edificaron el ayuntamiento, llamándose ya Favanella, en agradecimiento colocaron el escudo del referido monarca en el balcón principal. Las huestes castellanas acamparon sus “sincas mila, citróen, renault y demás voituras” en el llano de Mahoya, junto al “Peque y José Miguel”. Cuando levantaron el campamento y se fueron, dejaron olvidada una cruz que, a ciencia cierta, no se sabe si era la insignia de un “Mercedes o de un Chévrolet”, metida en una caja tipo “neceser”, forrada de cuero del bueno, entre cáscaras de huevos y latas de birra. Al ir a coger la tanda del agua los regaores se la encontraron y se la dieron a San Vicente Ferrer, que por allí andaba y con el aceite del candil todo lo curaba. Le gustó mucho y quería ponérsela en la solapa, pero frey Bernabé del Alcornoque, que era un calatravo muy versado en reliquias de los Templarios, le sugirió organizar una romería al lugar del encuentro, con carros cargados con todo tipo de viandas, bebidas y demás brebajes de Fierabrás que hacían alucinar. Como aquello gustó mucho a las gentes del lugar, que ya le estuvieran tomando el gustillo al jamón, en los años venideros siguieron celebrando esta efeméride, con gran júbilo, disparando los arcabuces y trabucos, así como todo tipo de petardos y morteretes. Por todo lo anterior queda documentado que en esta villa se celebran las fiestas de moros y cristianos, con soldadesca, desde el siglo XIII o el XIV o el XV, o venga usted a saber cuando.
Al morirse San Vicente los moros volvieron con Mahoma y, años después, la orden de Calatrava los metió a trabucazos y castigó su osadía con grandes impuestos, por lo que en el siglo XVII, mucho después de la gran batalla de Lepanto, don Juan de Austria se le apareció en sueños al comendador y le ordenó que construyera un edificio abovedado, en cuyo suelo debería enterrar grandes tinajas, para guardar los tesoros que se le habían confiscado a los infieles. Por esta razón a la Encomienda se le conoce como la casa del infante don Juan de Austria y las tinajas todavía permanecen ocultas, sin que nadie se atreva a desenterrarlas, por si vuelve “el moro Musa”, que de estas historias es el que más sabe, e incauta el tesoro para su hacienda.
Como San Vicente se colgó la cruz y se la llevó para seguir convirtiendo infieles (hasta que llegó a Lorca y no lo dejaron pasar, por eso se sacudió el hábito y dijo: “de Lorca ni el polvo”), frey del Alcornoque trajo otra que era “Santa y Vera” (que no tiene nada que ver con El Vera, sino con el pincho de la lanza del centurión), con la que se siguió celebrando la fiesta en mayo y en septiembre, con mucha parafernalia. Y sucedió que el gentío llegaba muy sudoroso y polvoreado, por lo que se hizo costumbre bañarse en la “cieca”. Uno que iba algo alucinógeno, en un “delirium tremen”, sin que los alguaciles pudieran impedirlo, empezó a tirarle agua a la cruz, para bañarla y, desde entonces, es tradición bañar la cruz con agua del Chícamo y de la fuente de la Plaza del Ayuntamiento.
En el siglo XVIII, reinando Carlos El Tercero, al conde de Aranda, que era más economista que Boyer, que Solchaga, Solbes y Pizarro, le dio por recortar los gastos que hacían los demás, que no los suyos, y prohibió todo tipo de fiestorros y despilfarros polvoristeros, con lo que se acabó, de un plumazo, con los trabucazos, los carros, el botellón y el botellín, bajo severas penas, incluso el destierro. Con la prohibición de la juerga se acabó la romería y se extravió la cruz de los calatravos, porque carecía de utilidad práctica, o a lo peor se la llevaron después los franceses de 1808, como souvenir, ¿quién sabe donde? Lo que parece más probable es que tras la vuelta de Fernando VII, llamado por unos “El Felón” y por otros “El Deseado”, se volviera a reanudar el patrioterismo folklórico meapilil, con toda pompa y boato, que el clero bendijo e indulgenció, persiguiendo al liberalismo, reanudándose la romería, con gran acerbo popular. Se dice, cuenta y rumorea, que el famoso bandolero “Jaime El Barbudo”, al que Fernando VII indultó y alistó en su ejército con el empleo de sargento, asistía a esta famosa romería disfrazado de pobre, por lo que cada 3 de mayo la Guardia Civil le daba escolta al trono, para que no la robaran. Como también era devoto de la abuela Santa Ana, la “Hermandá”, para que le diera donativos, acordó llevar también a la Abuela en la romería, costumbre que se perdió después de que ajusticiaran al Barbudo. Basta reseñar que el alcalde era muy amigo de todos “los bandoleros” que escondían cosas por las concavidades próximas al Agudo, incluidas las basuras que recogían desde todos los puntos de la geografía patria, e incluso del extranjero, por lo que acumularon ingentes toneladas de pestilentes “tesoros ocultos”.
Siguiendo con el hilo de la historia, cuando un fresco general procedente del norte se estableció en Canarias, hubo tormenta durante tres años y la cruz calatraveña se perdió en la riada de odios y fanatismos viscerales que asoló a España. Tras la tempestad vino la calma y los vencedores, lejos de perdonar y amnistiar, se cebaron en la represión caciquil e inquisitorial de toda la vida, consiguiendo prebendas y sinecuras sin igual, “to esto es mío chacho”, aumentando la devoción popular con otra cruz que trajeron de Roma, simplemente “Santísima”, según consta textualmente en su documento, con la que se volvió a reanudar “la más famosa y típica (actualmente atípica), romería del levante español. Y, así, hasta nuestros días, en los que debido a lo mucho que se le ha bañado (regado) con el agua de la cieca, ha crecido hasta alcanzar la considerable altura de once metros, equiparable a los cactus más altos existentes en el desierto de Arizona.
Como efeméride destacable en esto de la soldadesca, hemos de señalar que el año en que vino de pregonero de fiestas Felipito Nicolás, lo acompañó su inseparable amigo Díaz “Junior”. Estaban los dos junto al Ayuntamiento y al ver a los capitanes Díaz dijo: ¡Al ataquel…! Felipito hizo sonar la trompetilla y los músicos tocaron “El Ataque”, costumbre que ha perdurado hasta nuestros días. Como el insigne corresponsal no se entera de la mitad de lo que pasa, o da las noticias con 12 días de retraso, como la subasta del 2008, esta efeméride no se publicó.
En el transcurso de los siglos sucedieron otras manifestaciones festeras, pues el señor de Manrique, en La Placeta, erigió un monumento al blasón de Fernando VI donde, en pretéritos tiempos, estuvo la cruz a los mártires de la última cruzada.
Epílogo.- Si todo lo anterior no sucedió así muy bien pudo suceder, sin que haya nadie en saber el porqué han puesto en el indicador turístico del Ayuntamiento, que el escudo es de Alfonso VI.
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